H ace dos semanas la Conmebol cumplió 100 años de existencia, distinguiendo a los más destacados dirigentes y jugadores de todas las épocas y entre ellos con merecimientos propios estuvieron dos bolivianos con merecimientos propios, el Ingeniero Guido Loayza Mariaca, el mejor presidente que tuvo la FBF desde la década de los 90 hasta nuestros días y al virtuoso del balón, Marco Antonio Etcheverry. Recordemos que en el año 1992, el directorio de la FBF encabezado por Guido Loayza tomó la determinación de contratar a Xabier Azkargorta como director técnico de la Selección Nacional, y había escasas referencias sobre la capacidad del entrenador de origen vasco, como para confiarle esa responsabilidad. Y, se jugó el pellejo. Primeramente, dispuso el traslado de los seleccionados al Centro de Alto Rendimiento de San Cugat del Valles en España, por sugerencia del técnico quien conocía el lugar; además, se disputaron varios partidos de práctica con equipos y selecciones europeas, asimismo en Estados Unidos de Norteamérica. Mientras el equipo se encontraba con sus prácticas habituales en el exterior, el presidente Loayza, hombre de mucha prestancia y sobre todo ejecutivo, presentó al país su proyecto para clasificar a nuestra selección al Mundial de EEUU 1994. Primeramente, valorando al futbolista, sobre el que recaía la total responsabilidad de demostrar que el trabajo realizado lejos de la patria y de la mano de un técnico que empezó a mostrar su capacidad, debería llevarnos al éxito, el mismo que llegó por el trabajo serio y disciplinado de la directiva y jugadores a la par. Es necesario reconocer que el futbolista, gracias a la comprensión del directorio de la FBF y la dirección técnico, tuvo el espacio necesario para trabajar en la elaboración de su Estatuto en plena concentración del Hotel Max In, reconociendo al Estado boliviano la personería jurídica de la Federación Sindical de Futbolistas Profesionales de Fútbol (Fabol), mediante resolución suprema nº213881 de 28 de abril de 1994 y que gracias a la soberbia actuación en las eliminatorias al Mundial del 94 fue premiada con el Decreto Supremo 23570 de 26 de julio de 1993 que incorporó al deportista profesional a la Ley General del Trabajo. Lo que nos queda como nostalgia es el trabajo realizado por el ingeniero Loayza que hasta la fecha no ha podido ser emulado por ningún otro dirigente al frente de la FBF, habiendo desaprovechado la gran oportunidad de seguir construyendo sobre lo ya edificado el año 1994 y el galardón obtenido en la Conmebol, es el premio a la excelencia al frente del ente matriz de nuestro fútbol, totalmente devaluado desde su alejamiento. Pero, este recordado éxito del fútbol boliviano tuvo también como responsable desde el campo de juego al Diablo Marco Antonio Etcheverry, quien brilló en varios equipos latinoamericanos como también en España, lesionándose gravemente en Chile, luego llegó con las justas al Mundial de EEUU en 1994, gracias a su tesón a toda prueba. De Marco no tenemos nada que descubrir. Las primeras páginas de los periódicos, portadas de revistas a nivel internacional se encargaron de mostrar a uno de los grandes futbolistas del hemisferio, encontrándose en la premiación de la Conmebol con ocasionales rivales que también brillaron en el contexto internacional. En síntesis, fue el encuentro de los “astros”, premio mayor para nuestro ídolo, muy merecido de lejos. Sin embargo, le queda a Marco un compromiso manifestado a los medios de prensa para ser parte de la reestructuración de nuestro fútbol y creemos que juntándose con personas que desean cambiar el rumbo del mismo, habrá dejado otro legado más al país del que es su ídolo. Felicitaciones a nuestros dos personajes.
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