«La gente alimenta a sus hijos con insectos, hierba y hojas. Tienen menos agua de la que necesitan y muchos no tienen refugio alguno. ¿Cómo pueden sobrevivir así?», se pregunta la coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras en la zona de Adré, Susana Borges. Algunas de estas personas llevan cinco semanas sin recibir comida y, en algunos casos, tampoco disponen de utensilios donde poder cocinar.
La guerra entre el Ejército de Sudán y los paramilitares obligaron a más de 4,5 millones de personas a abandonar sus hogares. Aunque la amplia mayoría se quedó en territorio sudanés, más de un millón recalaron en países vecinos y se estima que a Chad llegó ya más de 400.000 personas, más de 60.000 de ellas chadianos retornados.
Organizaciones como el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) aumentó su presencia, intentando reubicar a quienes llegan a zonas fronterizas en campamentos que ya están establecidos y que, por tanto, disponen de más servicios.
La jefa de emergencias de MSF, Trish Newport, dijo que la situación en el este de Chad es ya «una gran emergencia» y puede deteriorarse aún más, si la ayuda no llega de forma «rápida y sustancial». A la ONG le preocupan los casos de malaria, diarrea y desnutrición que comenzaron a detectarse: en una clínica de apenas 38 camas en Camp Ecole, unas 460 personas son atendidas de media al día y la cifra de niños desnutridos supera los 370.
También atienden a mujeres y niñas víctimas de violaciones u otros tipos de abusos sexuales durante su viaje a Chad. Muchas de estas víctimas cuentan que las encerraron en una habitación y fueron violadas en grupo, por lo que para ellas MSF también reclama tanto cuidados físicos como psicológicos. (Europa Press).