A Luis Enrique, como a Pep Guardiola, le ha podido la autoexigencia, la búsqueda de la perfección en un puesto de riesgo como es el banquillo del Barcelona, donde se han sentado once entrenadores en los últimos 21 años. Luis Enrique no daba más de sí. Su mérito ha sido recuperar el círculo virtuoso después de que el ‘Tata’ Martino pusiera patas arriba el estilo, la forma y el fondo.
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