Carlos es todo lo que el fútbol boliviano pudo ser si la mentalidad del conjunto hubiese sido otra. Es un hombre progresista, inteligente y talentoso. Humilde, amable porque desconoce la soberbia, pese a que en el desandar de casi medio siglo, su carrera como deportista es un ejemplo de constancia para las nuevas generaciones; él siempre es amigo proactivo y no se guarda nada a la hora de dar consejos a los demás.
Señalado entre las grandes figuras del fútbol contemporáneo de Sud América, sin duda es un símbolo del Club Bolívar y uno de los jugadores más disciplinados que se vio en cancha.
Se inició como puntero derecho y luego se lució como mediocampista; bien dotado técnicamente, rápido para el contragolpe y de remate temible. Fue parte de varios seleccionados bolivianos y capitán de nuestra Verde en el Mundial de Estados Unidos en 1994.
Es además, el único jugador que estuvo en 12 títulos que Bolívar logró y participó en 14 versiones de la Copa Libertadores de América.
Así se puede resumir una carrera imborrable en las páginas positivas de la historia de Bolivia.
Aún conserva el estilo y la buena expresión en el diálogo, que siempre lo caracterizó en su trato con la prensa…
“Yo tuve la infancia más feliz que pude haber soñado. Soy un bendecido de Dios en ese sentido porque me he criado con mucho amor, con mucho cariño y las condiciones en las que me he desenvuelto han sido realmente espectaculares porque nunca me ha faltado nada. Es más, recuerdo que mi papá era gerente de Nestlé en Cochabamba y entonces había gran cantidad de muestras para obsequiar en las farmacias para promocionar los productos. Yo entraba al depósito y habría la lata que quería de leche y me comía toda una entera (ríe), tal vez por eso siempre tuve fortaleza física en todo aspecto”, comienza su relato, alegre y nostálgico a la vez.
Carlos nunca olvida las salidas con su madre, quien fuera una gran basquetbolista, también de la selección boliviana. “A ella solía acompañarla a sus entrenamientos y partidos, por eso siempre estuve muy ligado al deporte. Jugar en la calle con mis amiguitos del barrio; entonces había juegos muy creativos y variados”, relata y lamenta que “hoy en día y por la tecnología, solo hayan quedado en el recuerdo”.
Borja asegura que su vida siempre estuvo ligada al deporte, porque aparte del fútbol, también practicó otras disciplinas.
“Creo haber nacido para el deporte; desde que tuve uso de razón me ha gustado practicar todos las disciplinas. Trataba de jugar todo lo que me enseñaba mi mamá que era profesora de Educación Física y he aprendido de todo. Eso me distinguía en el colegio… hice hasta Gimnasia Acrobática”, señala.
Pero su talento para el fútbol nació en el Club Corintians (infantiles y juvenil). En 1976 prestó servicios en Litoral de Cochabamba y con picardía recuerda que su pase “le costó a Litoral, un juego de camisetas”.
Un año después llegó a Bolívar.
“Era un domingo por la mañana en 1977. Ese mismo día me tocó debutar frente a Oriente Petrolero. O sea, llegué a ser titular y nunca más dejé de serlo por 21 años”, rememora, con marcada satisfacción.
Toda su vida futbolística y juventud la pasó en la Academia. Mario Mercado muy pronto a su llegada lo declaró intransferible, aunque hubo muchas ofertas, todas fueron rechazadas.
“El momento de mi trayectoria que recuerdo con más cariño es cuando salgo campeón con Bolívar por primera vez. Y también mi primer año de haber jugado con la celeste porque me declararon Revelación del Torneo y el jugador Promesa del Fútbol boliviano”, cuenta.
El agradecimiento de “Pichicho” con el club Bolívar es uno de sus rasgos personales más marcados.
“Al club Bolívar le di mi vida, mi juventud. Y a cambio de ello recibí 12 títulos que me llevaron a ser partícipe de la Selección Boliviana y que creo, sin temor a equivocarme, todo lo que he aprendido en el Bolívar lo he trasladado a mi vida cotidiana. Y si eres un buen deportista, seguramente eres una buena persona y yo me considero una buena persona porque he trasladado el respeto, la disciplina, la tolerancia y perseverancia a mi vida cotidiana: Creo que soy una buena persona y mucho de ello le debo al fútbol”, asevera.
El viernes 17 de junio de 1994 marcó uno de los mayores hitos en el fútbol boliviano. Fue cuando Bolivia debutó en el Mundial USA ’94 frente a la poderosa selección alemana cuyo capitán era el inigualable Lothar Matthäus, considerado el más grande líbero en la historia del fútbol mundial.
Travesuras del destino o tal vez un signo de que las personas parecidas en algún momento se unen bajo cualquier circunstancia, aquel día Borja y Matthäus se estrecharon las diestras e intercambiaron banderines, para después compartir la magia del fútbol.
Altiva y orgullosa nuestra verde paseó en el Soldier Field y lamentablemente caímos por 1 a 0 por un gol de Klinsmann en el minuto 61′. Ya transcurren casi tres décadas de aquella hazaña y Borja fue parte de ese equipo histórico que el 19 de septiembre pasado rememoró los 30 años de la clasificación al Mundial.
Todos los actores de aquella epopeya eran tal cual lo dibujamos a Borja en este relato. ¿Fue tal vez esa la clave del éxito que hasta ahora no se puede repetir?.
“Si tuviera que agradecer a alguien por todo lo bueno que pasé en vida, empezaría por Dios por haberme dado los instrumentos y el talento para hacer deporte. A mis padres Jesús Alejandro Borja Portugal y Blanca Marina Bolívar Mendizábal, por haberme permitido dedicarme al deporte. Al club Bolívar, el técnico Ramiro Blacutt quien fue el que me encausó por el camino correcto y obviamente a mi familia que estuvo en los momentos más complicados y también felices. Soy un agradecido del fútbol”, dice.
Borja es un hombre de familia, siempre acompañado de su esposa y compañera María del Carmen, quien le dio la dicha de ser papá en dos oportunidades. Ahora con sus hijos formados y una bella nieta, Emmita, no deja de aportar al desarrollo del fútbol con sus análisis certeros y sus consejos bien planteados.
“Felizmente, percibo que me recuerdan como soy y creo que eso marca mi forma de ser y mi forma de haber vivido el fútbol (reflexiona)… al final de cuentas no vas a contentar a todos con lo que has sido o con lo que eres. Pero la gran mayoría me recuerda como quien soy, con bastante aprecio y cariño. Eso es invalorable”, concluye.
Carlos Fernando Borja es un símbolo de la parte positiva de la historia de Bolivia.
Sonrisa franca y amigable dice solo “hasta pronto” porque aún es una pieza fundamental del fútbol nacional, con su ejemplo de vida y con la actitud que demuestra en el día a día. Afortunadamente tenemos “Pichicho” para rato.
‘Dios me ha bendecido con una vida hermosa’
FICHA
Nombre: Carlos Fernando Borja Bolívar “Pichicho”
Lugar de nacimiento: Cochabamba (Bolivia)
Fecha de Nacimiento: 25 de diciembre de 1960.
Lugar de radicatoria actual: La Paz
Ocupación actual: Ingeniero Comercial (Maestría en Gerencia)- negocios.
Familia: María del Carmen Arnez (esposa); Fernando Daniel y Daniela André (hijos); Emma Paulina (nieta).
Sus frases:
“Si me encontrase con el Genio de la Lámpara, le diría que se guarde sus tres deseos, porque Dios me lo dio todo”
“Dejé el fútbol profesional no por el aspecto físico si no porque me cansé de la mentalidad del entorno”
“Siempre me digo a mí mismo: vivir con los ojos cerrados y con los sueños despiertos”
“El mejor tesoro que me ha dado el fútbol es el cariño de la gente”