Un estudio publicado dos años después del incidente en Estocolmo estimó el riesgo de muerte de rehenes en un enfrentamiento con la policía en un 79 %. Hay que tener en cuenta que, como señala Kristin, los rehenes estaban supremamente atemorizados.
"No dormíamos. No sabíamos qué iba a hacer la policía. Todo el tiempo trataban de acercarse. Pensé que quizás terminarían haciendo algo que me afectaría, porque los ladrones se estaban poniendo nerviosos", agregó.
El segundo día del secuestro en el banco, el psicólogo Bejorot tuvo la idea de traer al hermano de Olsson, quien entró al banco gritando "No disparen". Olsson abrió fuego. Resulta que no era su hermano. Cada vez que la policía intervenía, aumentaba el riesgo para los rehenes.
"No es raro que los rehenes sientan que la policía es un peligro: si empiezan a disparar, ¿van a morir en el fuego cruzado?", señaló Noesner. Cuando había pasado casi una semana, el gobierno estaba bajo presión.
"Ese fue el momento en el que taladraron el techo y echaron gas", cuenta Kristin. El plan era dormirlos a todos en la bóveda, entrar y liberar a los rehenes.
"Jan nos dijo que si estaban usando gas, íbamos a sufrir daños cerebrales y como él no quería que eso pasara, nos iba a matar". Les puso sogas en el cuello. "Pensé que había llegado mi fin".