Con autoridad y sin consideración, el griego Stefanos Tsitsipas despertó al español Alejandro Davidovich de su sueño y se apuntó, por segundo año consecutivo, el título del Masters 1000 de Montecarlo tras imponerse en el partido final, por 6-3 y 7-6(3). La mejor semana en la aún corta trayectoria de Davidovich terminó sin final feliz. Sin el premio deseado. Fue un espabilar brusco. Nunca antes había estado tan cerca el español de un éxito, del primero como profesional. Y menos en un evento de similar rango. Por eso se resistió a pesar del talento y de la identidad de su rival. Un jugador asentado en la élite hace tiempo. Un candidato habitual a los triunfos en los grandes torneos. Alejandro Davidovich jugó a tirones. Hizo la goma, con entusiasmo pero sin regularidad. Comenzó bien. Después se diluyó. Se recuperó y se volvió a ir. Pero resistió hasta el final. Sucedió así, por momentos, en los partidos ante el búlgaro Grigor Dimitrov, en semifinales y también contra el estadounidense Taylor Fritz en cuartos. En tanto que el flamante ganador del cetro, no pudo prolongar esa inercia, esa energía el andaluz ante un adversario que se encargó de delimitar las distancias. Una final es casi una rutina para el heleno pero hasta ahora una excepción para el español. Diecinueve ha jugado Tsitsipas que elevó a ocho los éxitos en su carrera. Con ninguna a sus espaldas afrontó Davidovich la de Montecarlo.
El quinto jugador del mundo logró un triunfo que le alivia. Es el primero, después de Rafael Nadal en el 2018, en revalidar la corona en el evento monegasco. El español había generado la expectativa de la prensa de su país se disipó poco a poco porque no pudo hacer frente a la gran experiencia de su rival de turno, inexpugnable,
19 finales en grandes torneos lleva el griego Tsitsipas, de las cuales ha logrado coronar en ocho ocasiones.
AGENCIAS