Así nació el síndrome de Estocolmo, que adoptó el nombre de la ciudad, no de la plaza sueca.
"Cuando una persona normal es secuestrada por un delincuente que tiene el poder de matarla, en cuestión de horas, el rehén tiene una especie de regresión a emociones infantiles: no puede comer, hablar, ir al baño sin permiso. Hacerlo es un riesgo, así que acepta que su captor es quien le da la vida, como lo hizo su madre", explicó después el psiquiatra Frank Ochberg, quien definió el síndrome para el FBI y Scotland Yard en la década de 1970.
Y, en 1974, Patty Hearst, la heredera de la fortuna una familia dueña de un periódico californiano, fue secuestrada por militantes revolucionarios. Tras meses en cautiverio, se unió a ellos en un robo. Finalmente fue capturada y en el juicio, sus abogados usaron el síndrome de Estocolmo para defenderla.
El síndrome se popularizó y desde entonces ha reverberado en las ciencias sociales, no siempre para bien.