San Salvador.- Esta semana, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ganó fama mundial luego de que el parlamento de su país aprobó una propuesta suya y convirtió a la nación más pequeña de Centroamérica en la primera economía del mundo en adoptar al bitcóin como moneda de curso legal.
Minutos después, el mandatario de 39 años propuso realizar la minería de datos que requiere la criptomoneda con la energía de los volcanes salvadoreños: 14 activos y seis bajo vigilancia de un total de 170. El anuncio, hecho por Twitter como acostumbra, recibió comentarios de hasta el empresario Jack Dorsey, cofundador de la red social.
Pero no es la primera vez que Bukele hace noticia. Dentro de su país, el joven político cuya popularidad roza el 90%, ha protagonizado varios sucesos: logró reducir la criminalidad, irrumpió en el Congreso con militares, despidió a funcionarios por Twitter y ha sido reacio a la rendición de cuentas.
Estas acciones le valieron pasar de ser el presidente «más cool del mundo» -como se autodenominó- a una especie de «dictador milenial», como lo han catalogado sus opositores.
A pesar de su juventud, Bukele no es un neófito en política. Cuando trabajaba en la agencia de publicidad de su papá, un ingeniero químico de origen palestino, tuvo a su cargo la cuenta de la otrora guerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), entonces en el poder.
Allí nació su simpatía por el partido izquierdista con el que en 2012 ganó la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, un olvidado poblado cafetalero cerca de San Salvador que gobernó hasta 2015.
Al verse marginado del foco mediático y sin recursos, echó mano de las redes sociales para dar a conocer sus obras. Su buena gestión le granjeó el apoyo necesario para luego gobernar la capital hasta 2018.
En San Salvador, muy pronto ganó protagonismo por sus obras sociales, culturales y por donar su salario para becas.
En octubre de 2017 fue expulsado del FMLN, supuestamente por causar división, violar los estatutos del partido y por haber agredido a una síndica con una manzana durante una sesión de concejo, una acusación que él niega.
De cabello engominado y espesa barba, Bukele es el mayor de los cuatro hijos que tuvieron Olga Ortez y Armando Bukele, un musulmán originario de Palestina, que impulsó la construcción de algunas de las primeras mezquitas en América Latina. Está casado con la bailarina Gabriela Rodríguez y tienen una pequeña hija.
NUEVAS IDEAS
En 2019, al no poder consolidar su propio partido Nuevas Ideas, Bukele se unió al derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), con el que finalmente ganó la presidencia de El Salvador poniendo fin a 30 años de bipartidismo.
Durante su campaña -casi exclusivamente por redes sociales-, el presidente más joven de América prometió acabar con la corrupción pero él mismo fue investigado por la Fiscalía por supuesto lavado de dinero, fraude y evasión fiscal durante sus períodos como alcalde.
Una vez en el poder, sus hermanos, primos y otros familiares han venido copando algunos cargos públicos y asesorándolo tras bambalinas, levantando críticas de nepotismo que él ha negado.
El desparpajo de Bukele para contratar y despedir funcionarios y dar órdenes a sus ministros a través de Twitter le dio una enorme popularidad entre los salvadoreños, cansados de décadas de corrupción e inoperancia ante el avance de la violencia y el estancamiento de la economía.
«Nayib hace una excelente gestión, nunca habíamos tenido a alguien que se preocupara por el bienestar de las personas», confesó Eduardo Samayoa, un taxista de 36 años en San Salvador.
Sin embargo, algunos analistas elevaron su voz por la arbitrariedad al ejercer el poder evadiendo los canales formales y la descalificación automática de los opositores. Pero la comunidad internacional no prestó mucha atención hasta que, en febrero de 2020 y rodeado de militares, el mandatario llegó al Congreso para solicitar que le aprueben un millonario préstamo.
Entonces, la ONU, la OEA y otros organismos internacionales criticaron la acometida y la prestigiosa revista británica The Economist sostuvo que el salvadoreño «puede estar en camino de convertirse en el primer dictador milenial de América Latina».
«Si yo fuera un dictador o alguien que no respeta la democracia, hubiera tomado el control de todo el Gobierno esta noche», le confesó Bukele al diario español El País.
Durante la pandemia del coronavirus, el mandatario impulsó una serie de medidas sanitarias, económicas y alimentarias para paliar la crisis, sin embargo, estas fueron empañadas por negarse a cumplir fallos de la Corte Suprema de Justicia y por denuncias de violaciones a los derechos humanos.
A fines de febrero, el partido de Bukele logró la mayoría en las elecciones legislativas, reforzando el poder del mandatario que ahora tendrá carta blanca para nombrar a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, al fiscal general y otros funcionarios, así como cambiar la Constitución.
De hecho, ni bien asumió el 1 de mayo, la nueva mayoría oficialista de la Asamblea Nacional decidió destituir a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y al fiscal general, acusándolos de falta de independencia y de obstaculizar los planes gubernamentales para contener la epidemia del Covid-19.
«Bukele tiene muchas similitudes con (Hugo) Chávez y creo que esa es una advertencia que tenemos que tener muy presente», opinó José Miguel Vivanco, director para las Américas de la Organización Internacional Human Rights Watch, en referencia al fallecido presidente venezolano quien, a lo largo de casi 14 años, acumuló un insólito poder en la nación petrolera.
«Utiliza los medios de comunicación y las redes sociales para amedrentar, hostigar y perseguir a aquellos que puedan ser sus adversarios», agregó. (Reuters)