Tras 40 viajes al extranjero, tres encíclicas, 899 santos canonizados, miles de audiencias o cientos de visitas a diócesis y parroquias, el Papa identificó la audiencia con los abuelos de todo el mundo el 28 de septiembre de 2014 como el momento más hermoso de su Pontificado.
«Los ancianos son sabiduría y me ayudan mucho. Yo también soy viejo, ¿no? Pero los ancianos son como el buen vino que tiene esa historia añeja. Los encuentros con ancianos me renuevan y me rejuvenecen, no sé por qué… Son momentos hermosos, preciosos», aseguró.
Respecto a los momentos dolorosos, mencionó todos relacionados con el horror de la guerra, como cuando visitó los cementerios militares de Redipuglia y Anzio, la conmemoración del desembarco de Normandía o la vigilia para evitar la guerra en Siria. «Detrás de las guerras está la industria armamentística, esto es diabólico», aseguró el Papa.
Francisco no esperaba que él mismo, un obispo venido del fin del mundo, fuera el Papa que dirigiera la Iglesia universal en tiempos de la Tercera Guerra Mundial. «Pensaba que lo de Siria era algo singular, luego vinieron los demás. Me duele ver a los muertos, jóvenes, sean rusos o ucranianos, me da igual que no vuelven. Es duro», señaló.
Así, condenó una vez más la barbarie que se vive desde hace más de un año en Ucrania y compartió sus tres sueños para la Iglesia, para el mundo y para los que gobiernan el mundo, para la humanidad.
«Tres palabras: fraternidad, llanto, sonrisa, Fraternidad humana, todos somos hermanos, reconstruir la fraternidad. Aprender a no tener miedo de llorar y sonreír: cuando una persona tiene miedo de llorar y sonreír, es una persona que tiene los pies en el suelo y la mirada en el horizonte del futuro. Si uno se olvida de llorar, algo va mal. Y si uno se olvida de sonreír, es aún peor», ha comentado. (Europa Press)