Con una “choca” en las manos, un pantalón de tela azul, camisa a cuadros y una chamarra blanca, Roberto Velarde de 80 años, con un sentimiento de resignación cuenta que ingresó al asilo “María Esther Quevedo” hace tres años atrás por voluntad propia, pese a tener una hija de la cual no tiene noticias. En tono triste dice: “No sé qué será de ella, he perdido la comunicación”.