De lo alto de la alcazaba de Jerez de los Caballeros, al sur de la provincia de Badajoz, se ve hasta donde alcanza la vista un mar de encinas, quejigos y alcornoques. El paisaje de la dehesa del oeste de España, un cinturón de más de tres millones de hectáreas que van, de forma casi continua, desde los arribes del Duero hasta las estribaciones del sistema bético, está tan integrado en la cultura y en la vida de la región que parece estar ahí desde el principio de los tiempos. Sin embargo, es un paisaje forjado por la mano del hombre para sacarle el máximo partido posible a la naturaleza. Y, en las últimas décadas, para sacarle el máximo partido posible a un animal en particular: Sus scrofa domesticus, el cerdo doméstico.