Renuncia “inmediata e irrevocable”. Con esas palabras el magistrado de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Nicaragua, Rafael Solís, anunció que dejaba su cargo, a través de una carta enviada al presidente Daniel Ortega, en lo que se traduce como un duro golpe contra el régimen, al perder a su principal operador político en el sistema judicial: nada menos que el hombre que acomodó la Constitución para que el mandatario pudiera atrincherarse en el poder. Solís también anunció al caudillo nicaragüense que renunciaba a su afiliación al Frente Sandinista y acusó a Ortega de desatar un “estado de terror” e imponer una “dictadura monárquica” en este país que cumplirá nueve meses de una profunda crisis política que ha dejado 325 muertos y ha hundido su economía.