Casi 30.000 personas murieron o resultaron heridas en todo el mundo a lo largo de 2019 por armas explosivas -- minas, bombas, morteros, cohetes, etcétera --, en un año en el que, si bien se ha registrado cierto descenso generalizado en el número de afectados, el aumento concreto de víctimas registrado en países como Afganistán, Somalia y, sobre todo, Libia, avisa de que la guerra puede volver a empezar en cualquier momento y demuestra que la paz es un concepto más frágil que nunca, en palabras de la ONG Acción sobre la Violencia Armada (AOAV, por sus siglas en inglés), responsable del recuento.