Hacía 31 años que el primer fabricante mundial no ganaba el Dakar. Además, ningún piloto estadounidense se había adjudicado aún el rally raid más celebre del mundo. El viernes, en Qiddiya, Ricky Brabec y su Honda 450 CRF escribieron un nuevo capítulo en la historia con letras de oro. A la cabeza desde el final de la tercera etapa, el californiano ha sabido gestionar sabiamente su ventaja a lo largo de las jornadas. El año pasado le traicionaba la mecánica a tres especiales de la meta, pero este año la moto ha ido como un reloj hasta el último kilómetro. La justa recompensa para un piloto que no escatima jamás esfuerzos, así como para Honda, que ha sabido esperar pacientemente desde su retorno oficial al Dakar en 2013. Edición tras edición, sin desalentarse, pese a los reveses acumulados, el equipo HRC ha logrado perfeccionar la fiabilidad de la moto, reorganizar su estructura y encontrar esa alquimia sin la que resulta imposible hacerse con el éxito, para destronar al equipo KTM que sumaba 18 victorias consecutivas desde 2001. Detrás de Brabec, Pablo Quintanilla ha sido el más incisivo. Al manillar de su Husqvarna, el piloto chileno se ofrece un excelente segundo puesto, tras un año dedicado a recuperarse de la lesión del último Dakar en Perú. El tercer puesto del podio es para Toby Price, ganador en 2019. La categoría “Original by Motul” es para el rumano Emanuel Gyenes con más de una hora de ventaja sobre Benjamin Melot.