La organización entrevistó a familias de seis provincias, 1.207 adultos y 1.205 niños, constató que el 38,4 por ciento de los menores cayó en el trabajo infantil, mientras que en el 12,5 por ciento de los hogares, los hijos emigran en busca de un empleo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que uno de cada diez niños afganos se vio abocado a trabajar.
El hambre es también una constante, hasta el punto que el 76,1 por ciento de los niños reconocen que comen menos que hace un año, en parte víctimas de una sequía, la peor en tres décadas, que afectó ya al 58 por ciento de los hogares. La ONG advirtió del sesgo de género, ya que un 17 por ciento más de niñas que de niños vieron reducida su comida y más del doble de hogares encabezados por mujeres padecen hambre grave.
«Mis hijos vienen y me dicen: ‹Mamá, no queremos comer arroz hervido. Danos patatas fritas›. Pero con los ojos llorosos, les tengo que contestar: ‹Ojalá tuviéramos patatas en la cocina, pero lo único que puedo cocinar es arroz hervido», cuenta Sajida, de 31 años, que vive junto a su familia en la zona norte de Afganistán.
El director de Save the Children en Afganistán, Arshad Malik, advirtió de que, dos años después de que los talibán tomaron Kabul y recuperaron el poder perdido en 2001, la situación de las familias es «pésima».
La comunidad internacional redujo su ayuda humanitaria al país para evitar que pudiese caer en manos del nuevo régimen, pero Malik ha puesto en cuestión este enfoque aislacionista, habida cuenta de que implica castigar a los niños por decisiones con las que no han tenido nada que ver. Así, la ONG ha llamado a dar prioridad a los derechos de la infancia, especialmente el derecho de las niñas a la educación. (Europa Press).