Se vivió durante décadas y en particular, desde el derrocamiento hace cuatro años del dictador Omar al Bashir tras una revolución en la que los civiles fueron parte instrumental.
El país africano estaba gobernado antes del estallido de los combates por una junta liderada por el general Abdelfatá al Burhan que tenía como número dos al cabecilla militar de las RSF, Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’. Las discrepancias entre ambos sobre la integración paramilitar en un futuro ejército unificado acabaron degenerando en este conflicto.
Tanto el ejército como las RSF, cabe recordar, fueron acusadas de la comisión de matanzas y de un espectro de abusos de toda índole contra la población civil en los años que siguieron a la caída de Al Bashir.
“La crisis que atraviesa el país no tiene nada que ver con los intereses de sus ciudadanos”, lamentó la intersindical sudanesa en un comunicado recogido, mientras que la Asociación de Profesionales de Sudán ha llamado a que impere la voz de la razón y acabe la militarización del espacio público nacional.
Por su parte, la coalición de las Fuerzas para el Cambio Radical, encabezada por el Partido Comunista de Sudán, ha solicitado el fin de unos enfrentamientos más propios de pandillas mafiosas antes de que el conflicto alcance tal punto de ebullición que se acabe sin patria ni pueblo a los que agarrarnos.
Finalmente, el consejo central de las Fuerzas por la Libertad y el Cambio, la coalición paraguas que agrupa a decenas de grupos civiles y políticos sudaneses, reclamó que prevalezca la sabiduría, terminen las confrontaciones y todas las partes vuelvan a la mesa de negociaciones para cerrar de una vez por todas el ahora colapsado proceso de transición hacia un gobierno civil.
El máximo responsable de una de las principales formaciones políticas de Sudán, el Partido Nacional de la Umma, hacía conocer de las catastróficas consecuencias que podría comportar este conflicto si se dilata en el tiempo. (Europa Press).