Rolando J. E. Garvizu M.
“Cuando no existan más árboles que talar, cuando no existan más animales que cazar, cuando no existan más ríos que contaminar, el ser humano recién se dará cuenta que el dinero no se come”, es un proverbio nativo americano.
En estos últimos años los problemas ambientales, a nivel mundial, han aumentado en frecuencia e intensidad de manera alarmante, incluso en muchos casos sobrepasando records históricos y, por ende, éstos también son notorios en nuestro país.
En 2023 atravesamos problemas de abastecimiento de agua, sequías e inundaciones, llegando a declararse muchas regiones en emergencia.
Estos acontecimientos motivaron nuevamente a diversos sectores de la sociedad (agricultores, empresarios, ganaderos, campesinos y diversas autoridades, por mencionar solo algunos), a reclamar, exigir y promover mayor cuidado del medio ambiente, principalmente enfocados a la conservación del recurso hídrico. Actualmente, nos encontramos pasando otra crisis, los incendios forestales que afectan a varias regiones del país.
En este punto se hacen evidentes los problemas. Estos incendios son provocados principalmente por grupos agropecuarios y ganaderos en más del 35% dentro de predios empresariales, un 30% en predios fiscales, que a nadie deberían pertenecer y no tendrían por qué tener incendios y desmonte (que luego acaban siendo entregados o siendo avasallados por diversos sectores sociales), y cerca de un 20% entre tierras indígenas originarias. Es decir, que en su gran mayoría los incendios son provocados intencionalmente. Estos actos son respaldados por un paquete de leyes que busca fomentar el crecimiento de la agroindustria.
Ahora tenemos que comprender que “los derechos de uno (sea de manera individual o manera colectiva) terminan donde empiezan los derechos de los demás” y no podemos afectar a toda la sociedad por intereses particulares de algunos sectores sociales. Quizá se pregunten por qué digo que afecta a toda la sociedad y el asunto se resume así.
El medio ambiente está totalmente relacionado entre sí, lo que pase en algún lugar, de alguna manera afectará a otros lugares, entonces los incendios que se registran, primero generan una masiva contaminación del aire, afectando la salud de la población a miles de kilómetros de distancia; aumentan los efectos del calentamiento global; causan la muerte de miles de animales, lo que afecta el funcionamiento adecuado de los ecosistemas; generan fenómenos atmosféricos como la lluvia ácida y la llamada “lluvia negra” que dañan edificaciones, cultivos, personas, animales, aumentan el deshielo de los nevados –el manto de ceniza que llega a las cumbres hace que éstas capten más calor, acelerando el deshielo–, ocasionan problemas de salud y alteran el régimen del ciclo del agua.
Acá es donde se complican las cosas, todos los bosques del mundo tienen la capacidad de filtrar aire y colaborar con el régimen hídrico de las regiones en las que se encuentran, además de muchos otros servicios ambientales. Los bosques amazónicos cumplen un papel muy importante, pues generan lo que se conoce como “ríos voladores”, un fenómeno generado por la evapotranspiración de los bosques amazónicos, que concentran grandes cantidades de agua (más que la transportada por el río Amazonas) transportada en las nubes por los vientos y se precipitan por todo el continente en forma de lluvias, convirtiéndose en la principal fuente de abastecimiento de este vital elemento de muchos ecosistemas y poblaciones. Estos bosques no solo aportan gran cantidad de líquido al régimen de lluvias, también ayudan a controlar la temperatura de la región y son esenciales para la conservación de agua de los ríos de la región. Los efectos ya son visibles por la disminución del caudal del río Amazonas. que ha sobrepasado records históricos, dejando navíos varados y enormes playas de arena donde antes pasaba su caudal. Según diversos estudios, este fenómeno será irreversible en poco más de una década, si no dejamos de deforestar la Amazonia.
Mientras más deforestemos, habrá más sequias, menor cantidad de agua y aumento de deshielos, que a su vez aumenta el calentamiento global y así todo se relaciona agravando los problemas ambientales.
Ahora nos preguntamos por qué nuestras autoridades, que tienen el poder de acción, nada hacen para mitigar estos problemas. Parecería que pesan más los intereses políticos y económicos de grupos sociales. O la ineptitud caracteriza a las autoridades ambientales, que no saben lo que tienen que hacer.
Es necesario un cambio integral, necesitamos otros líderes, con un nuevo modo de pensar, así como políticas de desarrollo, de educación, sanciones estrictas para quienes dañen el medio ambiente y todo lo necesario para asegurar que la población tenga mejor calidad de vida. Sólo hace falta voluntad de los gobernantes.
El autor es ingeniero en Ecología y Medio Ambiente.