El hemisferio occidental registró 1.457 muertes y desapariciones, un dato sin precedentes desde que la agencia de la ONU inició en 2014 su Proyecto Migrantes Desaparecidos, con el que trata de arrojar luz a unas tragedias que a menudo quedan silenciadas por la falta de datos. De hecho, las estadísticas publicadas ahora representan las estimaciones más bajas de las que se disponen, asumiendo por tanto que el dato real puede ser considerablemente mayor.
Al menos 307 de las muertes en la frontera sur estadounidense corresponden a los peligrosos pasos en los desiertos de Sonora y de Chihuahua, mucho más lejos que otras regiones desérticas en las que la migración irregular prevalece.
Otra tendencia preocupante para la OIM es el aumento de las muertes en las rutas migratorias del Caribe, con 350 muertes documentadas en 2022, mientras que en el Tapón del Darién, la zona selvática que separa Colombia de Panamá, el dato de víctimas mortales asciende a 141, según el informe.
La directora de la OIM para Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, Michele Klein Solomon, advirtió de que las alarmantes cifras representan un crudo recordatorio de la necesidad de que los Estados actúen firmemente. Por ello, ve crucial mejorar la recogida de datos, ya que son la base a partir de la cual intentar establecer rutas migratorias seguras y regulares.
La OIM trabaja con gobiernos y actores claves en las Américas para desarrollar estas víctimas migratorias seguras, pero también llamó a abordar las causa que subyacen tras la migración, mejorar la asistencia humanitaria y brindar una especial protección a los grupos considerados vulnerables. (Europa Press).