La inseguridad alimentaria aguda se deteriorará en 22 países, en los que se prevé que aumente en los próximos seis meses impulsados por nuevos conflictos emergentes y restricciones de movimiento, alertaron ayer la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Afganistán, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur y Yemen se mantienen en el mayor nivel de alerta y a ellos se suman Haití, Burkina Faso, Mali y Sudán.
Esto se debe a las severas restricciones de movimiento de personas y bienes en Haití, así como en Burkina Faso y Malí, además del reciente estallido del conflicto en Sudán, pues existe el riesgo de que la crisis se extienda.
Mientras, la situación sigue siendo preocupante en Pakistán, República Centroafricana, Etiopía, Kenia, República Democrática del Congo y Siria.
«El deterioro de la inseguridad alimentaria aguda en los focos de hambre se produce en el contexto de una crisis alimentaria mundial», explica el informe. Además «es probable que los nuevos conflictos emergentes, en particular el estallido del conflicto en Sudán, impulsen las tendencias mundiales de conflicto y afecten a varios países vecinos».
En esta situación también influirá la desaceleración de las economías en 2023 y que, a pesar de un año de relajación de los precios internacionales de los alimentos, los precios internos siguen siendo altos, lo que provocará una reducción general del apoyo de los donantes para compensar el hambre mundial.
A esto se unirán los fenómenos meteorológicos extremos, como fuertes lluvias, tormentas tropicales, ciclones, inundaciones y sequías.
MAGNITUD DEL HAMBRE
Las cosas han cambiado mucho desde 1974, cuando la FAO comenzó a informar sobre la magnitud del hambre en el mundo. La población mundial crece constantemente y está cada vez más urbanizada. La tecnología evoluciona sin cesar y la economía se encuentra cada vez más globalizada. Al mismo tiempo, existen tendencias mundiales preocupantes en materia de malnutrición, incluido un rápido aumento del sobrepeso y la obesidad, incluso cuando persisten otras formas de desnutrición. La forma en que se producen, distribuyen y consumen los alimentos en el mundo también ha cambiado drásticamente. Este mundo tan diferente exige nuevas formas de abordar el hambre y la inseguridad alimentaria.
Como parte de su mandato, la FAO se esfuerza por erradicar el hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición. Apoyar los medios de subsistencia de los pequeños productores de alimentos, mejorar la resiliencia de los sistemas de producción alimentaria y fomentar el uso sostenible de los recursos naturales son fundamentales para cumplir este mandato y alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (ODS2): un mundo sin hambre, inseguridad alimentaria y malnutrición.
¿QUÉ ES EL HAMBRE?
El hambre es una sensación física incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Se vuelve crónica cuando la persona no consume una cantidad suficiente de calorías (energía alimentaria) de forma regular para llevar una vida normal, activa y saludable.
Durante décadas, la FAO ha utilizado el indicador de prevalencia de la subalimentación para estimar el alcance del hambre en el mundo, por lo que el término «hambre» también suele denominarse subalimentación.
¿QUÉ ES LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA?
Una persona padece inseguridad alimentaria cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable. Esto puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos y/o a la falta de recursos para obtenerlos. La inseguridad alimentaria puede experimentarse a diferentes niveles de severidad. La FAO mide la inseguridad alimentaria utilizando la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES, por sus siglas en inglés) que se muestra a continuación:
¿CÓMO SE RELACIONAN EL HAMBRE
Y LA INSEGURIDAD ALIMENTARIA?
Cuando alguien se encuentra en una situación de inseguridad alimentaria severa, se ha quedado sin alimentos y ha pasado un día o más sin comer. En otras palabras, lo más probable es que haya pasado hambre.
La inseguridad alimentaria severa es uno de los extremos de la escala, pero incluso la inseguridad alimentaria moderada es preocupante. Para las personas que padecen una inseguridad alimentaria moderada, el acceso a los alimentos es incierto. Puede que tengan que sacrificar otras necesidades básicas, sólo para poder comer. Cuando comen, puede ser lo que está más fácilmente disponible o lo más barato, que puede no ser el alimento más nutritivo.
El aumento de la obesidad y otras formas de malnutrición es en parte resultado de este fenómeno. Los alimentos muy elaborados e hipercalóricos, con alto contenido de grasas saturadas, azúcares y sal son, a menudo más baratos y fáciles de conseguir que las frutas y verduras frescas.
Comer esos alimentos puede significar que se cubren sus necesidades diarias de calorías, pero le faltan nutrientes esenciales para mantener su cuerpo sano y en buen funcionamiento. Además, el estrés de vivir con un acceso incierto a los alimentos y de pasar períodos sin comer puede llevar a cambios fisiológicos que pueden contribuir al sobrepeso y la obesidad.
Los niños que hoy en día se enfrentan al hambre, la inseguridad alimentaria y la desnutrición, pueden tener un mayor riesgo de sobrepeso, obesidad y enfermedades crónicas como la diabetes a lo largo de su vida. En muchos países, la desnutrición y la obesidad coexisten, y ambas pueden ser consecuencia de la inseguridad alimentaria. (DW/efe/afp/fao)