Rolando Rodríguez Quenta
En nuestro país la violencia escolar afecta a miles de niños y adolescentes, con graves consecuencias para su educación, su salud y bienestar. Pero no todos los estudiantes sufren la violencia de la misma manera, ni por las mismas razones. El género influye en la forma, la frecuencia y la intensidad de la violencia en el ámbito escolar.
Muchos adolescentes confunden los conceptos de sexo y género. Sexo es una “condición biológica”, no es elegible: uno nace con tal sexo y punto. Este mismo hecho no se repite para el concepto de género.
El género suele ser masculino y femenino, pero en vez de aludir a partes del cuerpo, se refiere a roles, expectativas y comportamientos esperados por la sociedad, según el sexo. Por ejemplo, las ideas sobre cómo se espera que hombres y mujeres se comporten, se vistan y se comuniquen son estereotipos que pueden crear climas de desigualdad y discriminación que faciliten la violencia.
En el ámbito escolar, los estereotipos de género se manifiestan de diversas formas. Por ejemplo, se espera que los niños sean más agresivos y competitivos, y que las niñas sean más pasivas y obedientes. Estas expectativas pueden llevar a que los niños sean más proclives a ejercer violencia, y que las niñas sean más propensas a ser víctimas de violencia.
Por otro lado, los niños y los adolescentes también son víctimas y perpetradores de violencia escolar, pero con características diferentes. Los varones suelen estar más involucrados en actos de violencia física, como peleas, agresiones o vandalismo. Estas conductas pueden estar motivadas por la presión de grupo, la búsqueda de reconocimiento o la imitación de modelos violentos. Asimismo, los varones pueden ser objeto de burlas, insultos o amenazas por no ajustarse a las normas de masculinidad dominantes, como ser fuertes, valientes o heterosexuales. Estas situaciones pueden generar angustia, frustración o ira, que a su vez pueden desencadenar más violencia, miedo o traumas psicológicos permanentes.
En cuanto a niñas y adolescentes, son los grupos más vulnerables a sufrir violencia de género en centros educativos. La violencia puede incluir acoso verbal y sexual, abusos sexuales, toqueteos impúdicos e intimidación. Estas formas de violencia pueden provocar ausentismo escolar, malos resultados académicos, deserción escolar, baja autoestima, depresión, embarazos y transmisión de enfermedades sexuales. Además, la violencia de género en las escuelas reproduce y refuerza los estereotipos y las desigualdades que existen en la sociedad, limitando las oportunidades y los derechos de niñas y adolescentes.
Para prevenir la violencia escolar de género, es necesario abordar los factores que la originan. Esto implica educar a niños y niñas en materia de género, para que comprendan que todos somos iguales y con los mismos derechos y oportunidades. Por otro lado, es necesario implementar políticas y programas de prevención de la violencia escolar con enfoque de género.
La violencia de género en escuelas y sus alrededores impide que muchos niños y niñas desarrollen plenamente su potencial académico y personal. Pero también en la familia son aprendidos estereotipos machistas que solo son repetidos por los jóvenes. Desde la familia es necesario tomar medidas urgentes para combatir este problema.