El ruido de las perforadoras que penetran a las entrañas de la tierra y adicionalmente se causan explosiones de dinamitas rompían la quietud y paz del paraje. Se trata de mineros que explotan oro, el metal precioso que para comercializarlo necesita de abundante agua, agua cristalina que es desviada de las vertientes y cauces naturales que alimentan la represa de Incachaca, mientras en las ciudades de La Paz y El Alto existe una crisis por el desabastecimiento de este insumo indispensable. EL DIARIO visitó el lugar.
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