El ciclón Mocha se intensificó a su máxima potencia ayer, hasta huracán categoría 5, conforme se acercaba a las costas de Bangladesh y Myanmar en el Golfo de Bengala, desde donde fueron evacuadas cientos de miles de personas.
La tormenta registró vientos de hasta 259 kilómetros por hora, el equivalente a un huracán de máxima categoría en la escala Saffir-Simpson, informó ayer el Centro Conjunto de Advertencia de Tifones de Estados Unidos.
Mocha amenaza los precarios campamentos donde están hacinados cientos de miles de refugiados musulmanes rohinyás y provoca a su paso una carrera contrarreloj para el traslado de personas
Según la oficina meteorológica india, se espera que Mocha se debilite ligeramente antes de tocar tierra entre Cox’s Bazar en Bangladesh y Sittwe, una población de 150.000 habitantes en Myanmar.
El sábado, los habitantes de Sittwe se congregaron con sus pertenencias y sus animales domésticos en coches, camiones y otros vehículos para dirigirse hacia lugares más elevados.
“Tenemos a nuestra abuela con nosotros y debemos cuidarla”, dice Khine Min desde un camión donde viajan los miembros de su familia en la carretera que conduce a la capital del estado.
Kyaw Tin, de 40 años, explica no poder irse porque su hijo está en un hospital local. “Espero que este ciclón no nos afecte. Pero si es nuestro destino, no podemos ignorarlo”, dice.
La junta de Myanmar supervisa las evacuaciones de las aldeas costeras en el estado de Raijin, informaron los medios oficiales y Myanmar Airways International anunció que todos sus vuelos con dicho destino fueron suspendidos hasta el lunes.
PÁNICO
En Bangladesh las autoridades tomaron medidas para evacuar a los refugiados rohinyás de las “zonas de riesgo” a los centros comunitarios, mientras que miles de personas huyeron de la isla turística de San Martín, situada en la trayectoria de Mocha.
“Este ciclón es la tormenta más potente desde el ciclón Sidr”, precisó Azizur Rahman, director del departamento meteorológico de Bangladesh.
En noviembre de 2007, Sidr había devastado el suroeste de Bangladesh, causando más de 3.000 muertos y varios miles de millones de dólares en daños.
Las autoridades de país prohibieron a los rohinyás la construcción de viviendas permanentes en hormigón por temor a que ello los incite a instalarse definitivamente en lugar de regresar a Myanmar, de donde huyeron en 2017.
“Vivimos en casas hechas de lonas y bambú”, lamenta Enam Ahmed, un refugiado que vive en Nayapara, cerca de la ciudad fronteriza de Teknaf. “Estamos aterrorizados”, añade.
La mayoría de los campamentos están construidos en la ladera de una colina y los desprendimientos de lodo son frecuentes en la zona.
También se prevé que el huracán provoque precipitaciones que podrían inundar las aldeas costeras y fluviales bajas.
Las autoridades informaron que miles de voluntarios evacuaban a los rohinyás de las “zonas de riesgo” a estructuras más sólidas, como escuelas.
“Todos los rohinyás de los campamentos están en peligro”, alertó el comisario adjunto para los refugiados de Bangladesh, Shamsud Duza.
El pánico se apoderó también de los cerca de 8.000 habitantes de la isla coralina de San Martín (sur), uno de los principales lugares de veraneo del país, que se encuentra en el trayecto de la tormenta.
Un millar de habitantes huyeron, según las autoridades.
Las operaciones en el puerto marítimo más grande del país, Chittagong, fueron suspendidas y se interrumpieron las actividades de transporte marítimo y de pesca. (Infobae).