Las temerarias palabras del dictador bielorruso contradicen declaraciones previas del presidente ruso Vladimir Putin, quien afirmó que las armas nucleares rusas serían desplegadas el mes entrante en Bielorrusia y subrayó que permanecerán bajo el control exclusivo de Moscú.
A principios de año, Putin anunció el despliegue previsto de armas nucleares de corto alcance en el país vecino y aliado de Moscú en una maniobra considerada ampliamente como una advertencia hacia Occidente, que incrementó su apoyo militar a Ucrania.
Durante su reunión con Lukashenko, Putin dijo que la construcción de las instalaciones para las armas, podrían ser completadas para el 7-8 de julio, y que se trasladarían a territorio bielorruso rápidamente.
Lukasehnko dijo que «todo está listo» para el despliegue de las armas rusas y agregó que «sólo nos tomará pocos días para recibir lo que hemos pedido e incluso un poco más».
«Hemos recibido los misiles y bombas de Rusia», dijo, y agregó que las armas nucleares rusas que serán desplegadas en su país son tres veces más poderosas que las bombas atómicas que Estados Unidos arrojó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
«Dios no quiera que tenga que tomar una decisión de utilizar esas armas hoy, pero no habrá reparos si enfrentamos una agresión», dijo Lukashenko, conocido por sus comentarios beligerantes.
Amenaza de Medvédev
Un estrecho aliado de Putin afirmó ayer que no hay razón para que Moscú no destruya los cables de comunicación submarinos de sus enemigos, dada la presunta complicidad occidental en las explosiones del gasoducto Nord Stream.
El 26 de septiembre se registró una brusca caída de presión en ambos gasoductos y los sismólogos detectaron explosiones, lo que desató una oleada de especulaciones sobre un sabotaje a uno de los corredores energéticos más importantes de Rusia.
Aún no está claro qué ocurrió exactamente y los países occidentales, negaron su implicación. Algunos responsables estadounidenses y europeos sugirieron inicialmente que Rusia era culpable de la voladura de su propio oleoducto, una interpretación tachada de idiota por el presidente Vladimir Putin.
En los últimos meses, periódicos estadounidenses como The Washington Post, The New York Times y The Wall Street Journal informaron de que la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) conocía un complot ucraniano para atacar los oleoductos. El presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, negó que Ucrania los atacara.
Los cables submarinos que cruzan los océanos del mundo se convirtieron en las arterias de las comunicaciones mundiales. Su importancia los volvió en el centro de una creciente competencia geopolítica entre China y Rusia, por un lado, y Estados Unidos y sus aliados occidentales, por otro.
Rusia dijo en repetidas ocasiones que Occidente y en particular Estados Unidos y Reino Unido, estaban detrás de las explosiones del Nord Stream. El Kremlin dijo en repetidas ocasiones que el mundo debe saber la verdad sobre lo ocurrido.
Moscú exigió una investigación internacional sobre la destrucción de los gasoductos, un proyecto diseñado por el Kremlin para eludir a Ucrania y exportar su gas por debajo del mar Báltico directamente a Europa occidental. (Infobae/Ap)