Tras meses de bloqueo por parte de Azerbaiyán, miles de armenios abandonaron su enclave en las tierras altas de Nagorno-Karabaj para refugiarse en Armenia.
Dejaron atrás pueblos y aldeas que durante años estuvieron dentro del territorio internacionalmente reconocido de Azerbaiyán, pero que habían mantenido una autonomía de facto en forma de república no reconocida de Artsaj, nombre armenio medieval de la región en disputa.
Pero lo que existió durante siglos puede estar a punto de desaparecer en cuestión de días. La semana pasada, una fulgurante campaña azerbaiyana arrolló a los separatistas armados de Nagorno-Karabaj y obligó a las autoridades de Artsaj a aceptar disolver sus fuerzas de defensa territorial y entablar negociaciones sobre las condiciones de una rendición de facto. Los avances supusieron la mayor escalada del conflicto desde que, en una breve guerra en 2020, el superior ejército azerbaiyano recuperará grandes extensiones de terreno, que habían sido arrebatadas por las fuerzas armenias en anteriores rondas de enfrentamientos en la década de 1990. Ahora, el gobierno autocrático de Bakú podría, por primera vez desde el colapso de la Unión Soviética, ejercer un control total sobre el enclave de mayoría armenia.
Esa realidad cambiante provocó un éxodo. Los victoriosos azerbaiyanos accedieron a abrir el único corredor que conecta Nagorno-Karabaj con Armenia, lo que precipitó un enorme flujo de refugiados que huían del enclave y un posible futuro de dominio azerbaiyano. Bakú insiste en que los aproximadamente 120.000 armenios de la región son bienvenidos como ciudadanos de un Estado azerbaiyano reintegrado y pluralista. Pero los habitantes de Karabaj, soportaron nueve meses de bloqueo en los que las tiendas de comestibles se vaciaron de alimentos y los hospitales quedaron desprovistos de suministros médicos vitales. Esta experiencia inmediata de privación forzosa sumó a la profundidad de las enemistades entre ambas partes y a una larga historia de atrocidades y violencia.
“Nuestro pueblo no quiere vivir como parte de Azerbaiyán. El 99,9% prefiere abandonar nuestras tierras históricas, porque ya casi no tiene nada que comer es por eso que se está tomando esta decisión”, declaró David Babayan, asesor de Samvel Shahramanyan, presidente de la autodenominada República de Artsaj. “El destino de nuestro pobre pueblo pasará a la historia como una desgracia y una vergüenza para el pueblo armenio y para todo el mundo civilizado, tan solamente a causa de una guerra injusta que se inició hace mucho tiempo atrás dejando, así como estamos hasta el momento”.
Ningún funcionario azerbaiyano dio la orden de expulsión. Pero muchos residentes de la región sienten que tienen pocas opciones. “La gente ahora mismo dice que todo el mundo se está marchando, porque la situación se tornó insoportable en todos los aspectos especialmente de salud y alimentación”, declaró a Politico Marut Vanyan, un bloguero local. “En Stepanakert [capital de la región], no hay una segunda opinión, todo el mundo está intentando encontrar unos cuantos litros de gasolina y estar preparados en cualquier momento, en cualquier segundo, para cuando nos vayamos”.
En la vecina Armenia, el asediado gobierno del Primer Ministro, Nikol Pashinyan miraba impotente, ofreciendo refugio a miles de armenios étnicos e instando a Azerbaiyán a garantizar la seguridad de la población de Nagorno Karabaj. “Si no se crean las condiciones adecuadas para que los armenios de Nagorno-Karabaj vivan en sus hogares y no hay mecanismos de protección eficaces contra la limpieza étnica, aumenta la probabilidad de que los armenios de Nagorno-Karabaj consideren el exilio de su patria como la única forma de salvar sus vidas y su identidad, porque ya no tendrían nada que hacer en nuestra región a causa de todo lo que estamos pasando”, declaró Pashinyan.
Funcionarios estadounidenses y europeos presionaron a Bakú para que apacigüe los crecientes temores a esa “limpieza étnica”. Samantha Power, jefa de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, llegó el lunes a Ereván, la capital armenia, al frente de una delegación estadounidense. En una carta dirigida a Pashinyan por el Presidente Joe Biden, quién llegó a expresar su apoyo a los esfuerzos en curso para forjar la paz regional entre Armenia y Azerbaiyán, condenaba los recientes actos de violencia que se suscitaron y con estas consecuencias, pero apenas condenaba explícitamente las acciones de Azerbaiyán. David McAllister, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo, declaró el lunes a The Guardian que la Unión Europea debería dejar claro que cualquier intento de expulsar o coaccionar a la población armenia de la región de Nagorno-Karabaj tendrá graves consecuencias para nuestras relaciones con Azerbaiyán, teniendo en cuenta la situación tensa que se vive en el momento.
Durante años, Armenia contó con sus estrechos lazos con Rusia para actuar como amortiguador frente a Azerbaiyán y salvaguardia de la independencia de facto de los armenios de Nagorno-Karabaj. Pero las tropas rusas de mantenimiento de la paz estuvieron al margen a principios de este año, cuando Azerbaiyán cortó la autopista clave hacia Nagorno-Karabaj, e hicieron poco por frustrar la aplastante operación militar de la semana pasada. Al Kremlin le desagrada explícitamente Pashinyan y parece estar atizando los disturbios antigubernamentales contra su gobierno.
Desde el ascenso al poder de Pashinyan en una revolución popular en 2018 contra sucesivos regímenes autoritarios y masivamente corruptos, Armenia se acercó a Washington y se niega a respaldar la invasión rusa de Ucrania, explicó Al-Monitor. Al mismo tiempo, Pashinyan está buscando la normalización con Turquía con la esperanza de que esto aleje una mayor agresión azerbaiyana, pero hasta ahora con poco efecto.
Esto se debe a que Azerbaiyán, rico en petróleo, tiene una mano mucho más fuerte. Mantiene estrechos vínculos energéticos y de seguridad con Occidente, es un importante comprador de armas israelíes y un baluarte estratégico contra Irán. También parece contar ahora con la aquiescencia del Kremlin, al menos mientras Pashinyan siga en el poder.
“En el orden europeo más oscuro de la última década, en el que se devaluaron los valores normativos y el marco multilateral, a Azerbaiyán le importan menos las declaraciones de condena de los gobiernos occidentales”, escribió Thomas de Waal, de Carnegie Europe. “Lo fundamental es, casi con toda seguridad, el apoyo de dos potencias regionales y vecinas: el respaldo total de Turquía y el equívoco deliberado de Rusia, que parece más preocupada por mantener su base militar sobre el terreno en Azerbaiyán y humillar al gobierno de Ereván que por garantizar los derechos de los armenios locales de Karabaj.
Los simpatizantes de la difícil situación armenia advierten señales ominosas en el horizonte. El lunes, el presidente azerbaiyano Ilham Aliyev se reunió con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan en Naxçivan, un exclave azerbaiyano situado entre Armenia, por un lado, e Irán y Turquía, por el otro. Aliyev volvió a proponer la idea de crear un corredor terrestre entre Azerbaiyán propiamente dicho y Turquía, un escenario geográfico que probablemente sólo sea posible mediante la toma de más territorio armenio.
Luis Moreno Ocampo, exfiscal de la Corte Penal Internacional, determinó a principios de este año que Azerbaiyán estaba imponiendo condiciones de “genocidio” en Nagorno-Karabaj, escribió en un artículo de opinión en el Washington Post que las ambiciones de Bakú se extienden más allá del enclave de etnia armenia. “Azerbaiyán es un aliado de Occidente contra Irán, suministra energía a Europa y gasta millones en sofisticadas armas israelíes”, escribió. “Pero tales exigencias no deben interponerse en el camino de la responsabilidad del mundo para detener lo que está sucediendo ante sus propios ojos: el genocidio armenio de 2023″. (Infobae/The Washington Post)