El informe sobre Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2023 recoge que la cifra de personas que sufren hambre en 2022 sigue relativamente sin cambios respecto a 2021, situándose en el 9,2 por ciento de la población mundial, una cifra muy superior al 7,9 por ciento registrado en 2019.
Así, se calcula que entre 691 y 783 millones de personas sufrieron hambre en el mundo en 2022, lo que implica que, si se asume que la cifra se sitúe entre ambas y sea de 735 millones, supondrían 122 millones de personas más que en 2019, últimos datos antes de la declaración de la pandemia de covid-19 en marzo de 2020.
«Entre 2021 y 2022, se registraron progresos hacia la reducción del hambre en Asia y América Latina, si bien las cifras siguen al alza en Asia occidental, el Caribe y todas las subregiones de África», señala el documento, que apunta a que las proyecciones indican que cerca de 600 millones de personas podrían sufrir desnutrición crónica en 2030.
La cifra supondría 119 millones más que en cualquier escenario en el que no hubiera tenido lugar ni la pandemia ni la guerra de Ucrania y unos 23 millones más que si la invasión rusa no hubiera comenzado, lo que supone un inmenso desafío de cara a lograr el objetivo de acabar con el hambre en 2030, particularmente en África.
El informe recoge además que la inseguridad alimentaria afecta de forma desproporcionada a personas que viven en áreas rurales y especifica que la inseguridad moderada o grave afecta al 33,3 por ciento de los adultos que residen en áreas rurales en 2022, comparado con el 28,8 por ciento en zonas periurbanas y el 26 por ciento en áreas urbanas.
Por otra parte, más de 3.100 millones de personas alrededor del 42 por ciento de la población mundial no pudieron permitirse una dieta sana en 2021, mientras que cerca de 148,1 millones de niños menores de cinco años (el 22,3 por ciento) sufrieron atrofias, 45 millones (el 6,8 por cientos) estaban exangües y 37 millones (el 5,6 por ciento) sufrían sobrepeso.
El informe apunta además que la creciente urbanización, con proyecciones de siete de cada diez personas viviendo en ciudades de cara a 2050, está provocando cambios en los sistemas agrícolas en el contexto rural y urbano, lo que supone tanto desafíos como oportunidades para garantizar que todo el mundo tiene acceso a dietas sanas y asumibles desde el punto de vista económico.
En este contexto, la posibilidad de poder permitirse una dieta sana es cada vez más crítica en hogares en zonas periurbanas y urbanas porque dependen más de la compra de alimentos, por lo que el aumento del acceso a estas dietas y lograr seguridad alimentaria requerirá una postura política y legislación que tengan en cuenta la creciente conectividad entre zonas rurales y periurbanas y ciudades de distintos tamaños.
UN DESAFÍO ABRUMADOR
Por todo ello, las agencias firmantes del informe la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD) apuntaron a un desafío abrumador.
Por ello, incidieron en que los sistemas agroalimentarios siguen siendo altamente vulnerables a los shocks y las alteraciones derivados del conflicto, la variabilidad y los extremos climáticos y la contracción económica y arguyeron que estos factores, combinados con las crecientes desigualdades, siguen desafiando la capacidad de los sistemas agroalimentarios a la hora de dar dietas nutritivas, seguras y asumibles para todos.
«No hay espacio para la complacencia, dado que el hambre sigue aumentando en África, Asia occidental y el Caribe», indicaron, antes de reconocer que las preocupaciones no se deben sólo al hambre, sino que derivan también de las dificultades de 2.400 millones de personas para lograr alimentos nutritivos, seguros y suficientes y al aumento del coste de una dieta saludable a causa del aumento de la inflación.
Asimismo, reconocieron que estas cifras y tendencias pueden ser una decepción considerable, pero para los niños y personas afectadas es un hecho subyacente en sus vidas, lo que alimenta la determinación para seguir encontrando soluciones, antes de abundar en la necesidad de adoptar acciones firmes para mejorar la resiliencia ante estas adversidades.
Las agencias reclamaron además tener en cuenta otras megatendencias a nivel mundial, incluida la urbanización, que está perfilando los sistemas agroalimentarios de formas que sólo pueden entenderse a través de unas gafas de continuo rural-urbano que abordan todo desde la producción el procesamiento y la distribución de alimentos, así como el márketing y el comportamiento de los consumidores.
Por último, han puntualizado que «las acciones, intervenciones políticas e inversiones tendrán que estar informadas a través de un entendimiento claro de cómo interactúan el continuo rural-urbano y los sistemas agroalimentarios y de cómo, ante esta interacción, la urbanización afecta al acceso a dietas saludables y accesibles». (Europa Press)