“Esta presentación la hacemos en vista de que el Comité Nacional de Bioseguridad ya ha recibido el mandato del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras (MDRyT) para iniciar estos ensayos, lo cual era necesario para trabajar una propuesta técnica y económica en la que se describa claramente la metodología que se debe emplear para una evaluación técnica y económica adecuada de estos materiales”, dijo el decano de la Facultad de Ciencias Agrícolas (FCA) de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM), José Luis Llanos.
La propuesta será enviada al MDRyT y, una vez que sea autorizada para su ejecución, se prevé que los ensayos sean realizados durante dos campañas continuas, verano e invierno, en diferentes pisos agrícolas del norte y este del departamento de Santa Cruz. “Lo que queremos determinar son dos cosas principalmente: cuál sería el comportamiento de los diferentes materiales genéticos en cada suelo y la diferencia que podría darse en cuanto al rendimiento de los cultivos”, manifestó Llanos.
La autoridad de la FCA, apoyado por el presidente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), Fidel Flores, y el vicepresidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Freddy García, manifestó el pedido público a las autoridades del Gobierno Nacional, para que permitan que su casa de estudios superiores sea parte activa de las investigaciones que se realicen en el país, en cuanto al uso de los cultivos genéticamente modificados.
En ese sentido, Fidel Flores señaló: “estamos seguros de que con la participación de la Universidad y de la Facultad de Ciencias Agrícolas podremos contar con estudios sólidos para determinar el valor agronómico que puede tener la biotecnología para el agro cruceño”.
Bolivia no tiene permitido el uso del maíz genéticamente modificado, como sí sucede en países vecinos como Argentina y Brasil, donde por cada hectárea sembrada se puede alcanzar rendimientos arriba de las seis toneladas. En Bolivia, pese a todo el esfuerzo de los agricultores, se suele llegar a un máximo de tres toneladas de maíz por hectárea sembrada.