La tradición manda que este 1 de noviembre, las almas llegan y visitan a sus seres queridos, las familias afanosas arman sus mesas o altares con los platos, frutas y bebidas que en vida era de su agrado.
La novedad en este año son las masas y caretas con barbijos que están a la venta en los centros de abasto populares del país.
En las aceras y alrededor de la plaza Marcelo Quiroga Santa Cruz, en la calle Max Paredes de La Paz, al igual que varios mercados del interior, están a la venta miles de caretas de todas las formas y tamaños, para la elaboración de las t´antawawas. Las más destacadas son aquellas con barbijos.
Médicos, enfermeras, policías y ciudadanos de ambos sexos fallecidos por coronavirus, enfermedad que llegó en marzo de 2020 y que ya cobró más de 18.911 vidas, son representados en caretas con barbijos.
“Hay novedades este año, han salido las caretas con los barbijos y es por la enfermedad, por la pandemia que nos ha afectado. Más que todo es para recordar a los que han muerto con el covid como las enfermeras, los doctores, policías”, explica doña Petrona de Flores, quien hace más de 15 años vende caretas para t`antawawas en esta populosa zona.
Las caretas son ofertadas desde 1 hasta 30 bolivianos dependiendo del tamaño, diseño y forma.
El 1 de noviembre al mediodía los “ajayus” de los difuntos regresan para convivir durante 24 horas con sus familiares y amigos, que les reciben preparando y recordándolos en cada hogar con un altar o mesa, adornada con flores, velas, cañas, frutas, bebidas y dulces.
Según relata la historiadora Sayuri Loza, la tradicional fiesta de Todos Santos surgió en la época prehispánica donde los aymaras practicaban el culto a los muertos que era el paseo de los difuntos y su convivencia con los vivos durante esta festividad o tiempo del “Amay Phajsi”.
“No los enterraban a los muertos, sino que los metían a monumentos funerarios que, en quechua son conocidos como pukullos, iban en esa época del mes a sacar a los muertos de sus tumbas, comían y bebían junto con ellos, había fiestas, los hacían pasear por diferentes lugares como si estuvieran vivos y luego los llevaban a su casa donde habían vivido, los hacían acostar en una cama cómoda, les cambiaban su ropa y les hablaban como si estuvieran vivos. Terminaba este mes de los muertos y los devolvían a sus pukullos”, explica Loza.
Posteriormente, con la llegada de los españoles, todo cambió, una conjunción de culturas y religión acordada entre aymaras y españoles, dio paso a la elaboración de las T`antawawas y la instalación de la mesa de Todos Santos para recibir a los difuntos.
“Cuando llegaron los españoles se escandalizaron al ver que no enterraban a los muertos porque eso estaba muy mal para la religión católica y mandaron a que los muertos fueran enterrados, pero por un buen tiempo los indígenas se resistieron a eso y sacaban a los muertos de ocultas y luego los volvían a enterrar. Fue una práctica común hasta el siglo diecinueve que luego se fue perdiendo, los españoles decidieron proponerles a los indígenas que, en lugar de sacar a los muertos, se hagan representaciones de ellos en pan y ahí nace la t`antawawa”, afirma la historiadora.
La mesa tradicional de Todos Santos está compuesta por al menos 13 elementos, cada uno con su propio significado. Es así que las t`antawawas, que son panes elaborados con harina y en forma de personas con caretas de yeso, representan a los difuntos.
Las escaleras son los medios por donde las almas descienden del espacio de los difuntos al mundo de los vivos, la cruz representa la protección de Cristo en el descenso y ascenso de las almas de los difuntos, los t`antacaballos ayudan a las almas de los difuntos a cargar todo lo recibido en el mundo de los vivos.
“El bizcochuelo significa la tumba de cada muerto, los suspiros todo lo dulce que le gustaba al difunto, la corona para que esté en el reino del Señor y la caña de azúcar sirve como bastón para que las almas bajen”, revela Virginia Siñani, vendedora del pan de Todos Santos en la plaza San Francisco.
Flores, dulces, tallos de cebolla o “tocoro” para llevar el agua a las almas de los difuntos, el plato de comida favorito y agua, además de chicha morada, son también parte de la mesa de Todos Santos que se instala a mediodía de cada 1 de noviembre para recibir a las almas de los seres queridos.
Otro de los elementos tradicionales de la fiesta de Todos Santos son las muñecas elaboradas en base a yeso y denominadas “pascananitas” cuyo simbolismo es la fertilidad y concepción de un hijo para el próximo año.
Estas “wawas” vestidas, ya sea de varón o mujer, son obsequiadas a aquellas parejas que no han podido concebir hijos.
“Es para regalar a las personas o parejas que no pueden tener bebés, se les regala en Todos Santos y hasta que se cumpla y puedan tener hijos, la persona creyente lo regala con mucha fe para que se haga realidad”, menciona Shirley Morales, quien en una extensa tarima en la calle Max Paredes, exhibe a las “pascananitas” para su venta.
“Esta es una práctica prehispánica en la que se dice que los ancestros, cuando vienen, nos echan su bendición porque ellos tienen la semilla y uno les ruega que te regale una wawita, la tradición dice que el 2 de noviembre deben cargarse la wawa. También había la otra costumbre de que les daban estas wawas a las niñas para que sean fértiles, ahora eso es menos común porque ahora las mujeres no quieren tener hijos, quieren tener una profesión y realización personal”, replica la historiadora Sayuri
Loza alerta del peligro de que la tradicional fiesta de Todos Santos sea cada año menos celebrada. Esto, según señala, se debe al surgimiento del cristianismo que considera impropias estas creencias del retorno de las almas y su descenso al mundo de los vivos.
“Peligra Todos Santos por las iglesias cristianas, cada vez hay más gente que nos devuelve las masitas y es una población que ya no cree, conforme crece la población protestante, ahí si se va eliminando la práctica y eso sí preocupa porque ahí van a cambiar su fe y van a dejar de festejar Todos Santos y ahí sí puede peligrar nuestra tradición”, advierte la historiadora. (Innovapress)