En el plan se estima que el costo económico (de por vida) de la violencia en las escuelas podría ser de 11 billones de dólares debido a que los niños abandonan la escuela o no aprenden tanto como lo hubieran hecho si no existiese violencia.
La violencia en las escuelas afecta profundamente a los niños, muchas veces por el resto de su vida. Las cifras son alarmantes. Uno de cada tres estudiantes en las escuelas secundarias se ve afectado por violencia física y uno de cada cuatro por acoso escolar. Si bien existen diferencias entre los países, la prevalencia de la violencia en las escuelas es alta en prácticamente todos los países, señalan las autoras.
Además, ser víctima de violencia en la escuela tiene una amplia gama de otros efectos negativos. Se asocia con una mayor probabilidad de trastornos de salud como no dormir bien y dolor de cabeza y de espalda, así como comportamientos de riesgo como consumir drogas y alcohol o tener relaciones sexuales a una edad más temprana.
La probabilidad de considerar o planificar un suicidio también es mayor cuando los niños sufren violencia en la escuela. Para prácticamente todas las variables de las que se dispone de datos en las encuestas de salud escolar, la violencia se relaciona con resultados negativos estadísticamente importantes.
Un mensaje clave del plan de iniciativas de inversión es que sabemos por evidencias internacionales que diversos programas pueden ser eficaces para reducir la violencia en las escuelas y sus alrededores, sostienen.
Las intervenciones deben implementarse a lo largo del ciclo de vida, comenzando en la primera infancia y continuando en las escuelas primarias y secundarias. Muchos de esos programas tienen múltiples beneficios.
Por ejemplo, las iniciativas para impulsar el aprendizaje socioemocional mejoran las conductas prosociales y el aprendizaje de los estudiantes. Las técnicas de aprendizaje colaborativo también mejoran el aprendizaje, las relaciones y las percepciones positivas de sí mismos de los estudiantes, explican.
“Si bien muchas de las evaluaciones de impacto existentes se han realizado en países de ingreso alto, la base empírica también está ampliándose en los países de ingreso bajo. Un ejemplo que se cita a menudo es un programa para mejorar el ambiente escolar (“Good School Toolkit”) (i) que se implementó de manera experimental en Uganda”, indicaron.
Con esa iniciativa se involucra a toda la escuela para promover cambios del comportamiento. El programa logró reducir la violencia física por parte de los maestros y el personal escolar en un 42 % al enfocarse en el establecimiento de metas, la disciplina positiva, la empatía, la reflexión y la adopción de nuevos comportamientos. También mejoró el bienestar de los estudiantes, los sentimientos de pertenencia a su escuela y la sensación de seguridad, aumentando al mismo tiempo la satisfacción de los maestros con su papel en la escuela, señalaron.
Garantizar que las escuelas sean seguras e inclusivas es el cuarto pilar de la visión del Banco Mundial sobre el futuro del aprendizaje dada a conocer en diciembre de 2020. Poner fin a la violencia en las escuelas no solo es lo correcto. También es una gran inversión en el capital humano y se dispone de evidencias de cómo se puede lograr dicho objetivo.