El contexto internacional, en especial los altos precios del oro, así como la adquisición de la deuda externa gravitarán en la economía nacional en 2023, ya que la misma no está blindada, de acuerdo a economistas.
Por ejemplo, el economista y exdirector del Banco Central de Bolivia (BCB), Gabriel Espinoza escribió en su twitter sobre la implicancia del comunicado del Ente Emisor sobre las Reservas Internacionales Netas (RIN).
En el primer punto señala que la economía boliviana (y sus RIN) están expuestas al contexto internacional (10% de variación anual sólo por valoración). El cuento del blindaje es cuento.
El comunicado del BCB señalaba (
) “que la caída de la cotización internacional del oro, como resultado del permanente incremento en la tasa de política para contener la inflación efectuada por la FED (Reserva Federal de EEUU) y otros bancos de economías avanzadas, repercutieron en una pérdida de RIN en diversos países. En el caso boliviano, el efecto alcanzó aproximadamente a una disminución de 400 millones de dólares por la valoración de las reservas valuadas en oro entre marzo y octubre de la presente gestión”.
Espinoza escribe que “la principal causa de pérdida de RIN en el año, es el subsidio a los hidrocarburos. Esta es una de la bases del “modelo” y es cada vez más difícil de sostener.
En su comunicado el BCB señala que el alto precio del crudo “determinó el incremento en el monto pagado por la importación de carburantes en aproximadamente 1.400 millones de dólares respecto a 2021, ejerciendo presiones sobre el componente de divisas en las RIN”.
Más adelante la nota señala que (
) al 20 de diciembre de 2022 alcanzan los 4.000 millones de dólares, monto que supera los parámetros referenciales para la administración de reservas determinados por organismos internacionales, cubriendo más de tres meses de importaciones de bienes y servicios (…)”.
Sobre el tema, @g_espinoza escribió que “Si se usan todas las RIN, se cubren al menos tres meses de importaciones (apenas), pero en la realidad sólo tenemos disponibles las divisas, con eso no se llega a cubrir ni un mes de importaciones de bienes (sin incluir servicios)”.
Deuda
Por otra parte, @g_espinoza señala que “el BCB apuesta al endeudamiento externo para sostener las RIN. El modelo depende de deuda externa, en un momento en el que el dinero es escaso y caro”.
“(…) se espera la inyección de recursos externos de créditos ya contratados por el Gobierno asociados a proyectos de inversión pública; en efecto, a la fecha se cuenta con más de 3.400 millones de dólares de saldos por desembolsar, lo cual garantiza flujos continuos de divisas desde el exterior”.
Hace unos días, diputados de oposición denunciaron que en la Asamblea se aprueba créditos, que supuestamente van dirigidos a proyectos, pero en realidad el destino son los sueldos y salarios de funcionarios del Movimiento Al Socialismo (MAS), por alrededor de 630 millones de dólares.
Año difícil
Para el presidente del Colegio de Economistas de Tarija, Fernando Romero, el año 2023 será más duro que el 2022, por el contexto internacional de una inestabilidad aún latente en los diferentes mercados internacionales, por tema de rezagos de efectos negativos de la pandemia y la guerra europea, que trae consigo perspectivas no muy alentadoras, sumándose a esto un proceso inflacionario que obligo a varias naciones a elevar sus tasas de interés bajo el costo de un menor crecimiento económico.
“(
) la situación no se pinta para nada bien; no por nada la mayoría de los países, sobre todo los en vías de desarrollo como el nuestro, han tenido que reajustar sus presupuestos, planificando no endeudarse más externamente y sobre todo planificando muy bien sus gastos públicos, esperando que el contexto externo no presente alteraciones importantes que puedan echar al suelo todo lo proyectado, más aún si consideramos que nuestra economía es muy sensible a estos cambios, ya que somos tomadores de precios, aun dependemos de los ingresos de ventas de materias primas y alimentos (
)”, así describe el panorama poco alentador para el 2023.
El Gobierno va en contra ruta, de acuerdo a los datos de Romero, mientras los países de la región van para no endeudarse más, el Gobierno del MAS apuesta a los créditos externos, pues la renta petrolera ya no es lo que fue en 2013 y 2014.
Asimismo, Romero agrega que comercio exterior puede cambiar de un momento a otro en nuestra contra por situaciones internas, sobre todo en políticas que pueden hacer que la economía retroceda como pasó con los daños originados por el paro cívico nacional de esta gestión.
Proyecciones
De acuerdo al último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Bolivia podría registrar un crecimiento económico del 3,8% y 3,2% en 2022 y 2023, respectivamente, mucho menor al estimado por el Presupuesto General del Estado (PGE) de un 5,10% y 4,86%.
Recientemente, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicó las perspectivas para las economías de Latinoamérica y el Caribe, donde para Bolivia prevé tener un crecimiento económico de 3,5% para este año, pero apenas de 2,9% para el 2023.
“Mientras el Banco Mundial (BM) pronóstico que nuestro país cerraría este año con un crecimiento del 3,5% y el próximo bajará a 3,1%. Esto, técnicamente indica que entraremos en un nuevo “posible” proceso de recesión económica en términos del crecimiento de nuestro Producto Interno Bruto (PIB), ya que la tendencia según estos organismos, es la baja de este indicador”, apunta Romero.
Asegura que ese panorama poco alentador, incidió en el Gobierno, ha modificado su política económica y ha reajustado, relativamente, el presupuesto nacional, aunque no así en términos de menores gastos, al menos no como se esperaba.
Opina que se debería reducir el gasto, no la inversión, pues este último es vital para la sostenibilidad de la demanda interna, basada a la vez en el consumo de las familias y empresas en el país; los gastos en sueldos y salarios tendrán como consecuencia un decrecimiento económico.
Romero sostiene que es momento de que el Gobierno, las gobernaciones, así como municipios, manejen los recursos de manera austera, salomónica, buscando ser óptimos en el uso del dinero público, mediante la planificación.
“Todos deberán apuntar a una inversión pública productiva, con altos impactos multiplicadores en empleo e ingresos, donde el sector privado es un socio clave para mejorar la calidad de vida de la población, o al menos para intentar mantener la misma o que no decaiga mucho más, dada el incierto futuro venidero”, concluye.