La inflación baja registrada en los últimos años en el país, controlada a través de políticas monetarias, no son tan buenas noticias, puesto que el costo que conlleva tiene que ver con la soberanía productiva, ya que los precios bajos desplazan a los pequeños productores a otros rubros y fomenta la informalidad y absorbe divisas, según economistas.
El 20 de mayo, el presidente Luis Arce Catacora, durante la entrega de viviendas en el municipio de San Lucas del departamento de Chuquisaca, señaló que medios de comunicación internacional, así como organismos, reconocen el vigor de la economía boliviana.
La BBC, The Economist Intelligence Unit, Trading Economics y el Fondo Monetario Internacional (FMI) volcaron su mirada hacia Bolivia y la reconocen como una de las economías con la inflación más baja, respecto a otras, ante los efectos mundiales de la guerra entre Rusia y Ucrania y la pandemia del covid-19, según una publicación de la agencia estatal de información.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó recientemente que Bolivia tiene una de las tasas inflacionarias más bajas del continente americano y del mundo, que estará por debajo del 5 % con respecto a otras como el de la Argentina que supera el 51,7 %, según una nota del medio estatal.
Sin embargo, para el economista y exdirector del Banco Central de Bolivia (BCB), Gabriel Espinoza, no todas son buenas noticias, ya que la inflación baja es a costa de la soberanía productiva.
Asegura que la baja inflación tiene varios costos, y uno de ellos es la liquidación del sector productivo nacional, no solo la industria manufacturera, sino que también la producción de alimentos de consumo básico.
Es más barato traer de afuera que producir en Bolivia, lo que ha provocado que los pequeños productores, en particular familiares, abandonen la producción y migren a otras regiones a dedicarse a otras actividades económicas.
Los empresarios en su momento indicaron que el contrabando cierra empresas, y provoca desempleo, ya que los productos que ingresan al país de manera ilegal son más baratos que los elaborados en la industria nacional, debido a un tipo de cambio fijo.
El Gobierno al parecer no estaría preocupado por la soberanía alimentaria, a pesar de los anuncios de millonarios recursos que se destinarán al agro a través de los diferentes programas.
Cada vez se reduce la producción nacional, que consume el país, indicó a tiempo de señalar que las divisas se vuelven escasas, y es preocupante la sostenibilidad cambiaria.
Otro de los costos de una inflación baja es la ampliación de la actividad informal, cuyo sector logra mantener precios bajos, pero provoca que muchos trabajadores no puedan acceder a la seguridad social, y desempeñen sus labores en una precarización, y lo peor no están preparados para situaciones como las que vivió el país en 2020 u otro inesperado, reflexionó Espinoza.
Para el economista y docente de la Universidad Técnica de Oruro (UTO), Ernesto Bernal, la inflación está controlada a través de la política monetaria contractiva, y se estima que hasta fines de año no pase el 2 %.
Aunque el Gobierno fijo una inflación para este año de 3 %. El 2021 la economía cerró con 0,9 %. Por su parte, el economista Dario Monasterio aclara que la baja inflación no significa que los precios de los productos bajaron, sino que el indicador refleja que no hubo variación de los valores de los artículos de la canasta familiar.
Pero también por el lado de la demanda, la inflación baja significa que no hay consumo, y por el lado de la oferta nacional cuando la producción no satisface la demanda, se complementa con productos de países vía legal e ilegal.
Monasterio advirtió que la baja inflación tiene un límite, y puede rebasar al tipo de cambio fijo a través del contrabando, por lo tanto no es una buena noticia.
ECONOMÍA
En cuanto a la economía envidiable, palabra del Presidente Luis Arce, Bernal considera que la situación de la economía nacional todavía no es buena, ya que recién se sale de un proceso de recesión provocado por el covid-19.
Recordó que el 2019 la economía nacional cerró con 2,2 % de crecimiento, y ya venía arrastrando una desaceleración desde 2014, y no se llegó a alcanzar la cifra de 6,8 % de 2013, en los siguientes años.
El buen contexto internacional, con altos precios de las materias primas, favoreció al país por la venta de gas natural y minerales, pero desde el 2021 y parte de 2022 ya no puede aprovechar el valor alto del crudo, puesto que la producción cayó, por ello suscribió una nueva adenda con Argentina.
Además, el déficit fiscal viene acompañando a la economía desde hace más de seis años, y a pesar de que el Gobierno fijo una cifra de cierre de 8 %, los economistas proyectan que se podría llegar a fin de año a dos dígitos.
Mientras que Monasterio opinó que la economía nacional se encuentra dentro de los últimos lugares de Latinoamérica en cuanto a ingresos, ya que está dentro de los países menos desarrollados.
«No sé por qué una economía envidiable. No hemos avanzado en indicadores en 16 años, seguimos en la misma situación», lamentó a tiempo de indicar que se tiene rezagos en indicadores sociales, como en educación y salud.
Aunque el Gobierno, en reiteradas oportunidades asegura que la pobreza y la extrema pobreza bajaron.
Para Espinoza no se tiene una economía envidiable, sino que lo que existe es una acumulación de desequilibrios macroeconómicos, que están pudiendo manejarse por los recursos que se tienen.
Dijo que se mantienen ciertos equilibrios por el tipo de cambio fijo, que está sumamente apreciado, pero permite traer importaciones baratas; la economía está estable a diferencia de algunos países vecinos.
Pero una vez que se termine el colchón económico los problemas empezarán a salir, y el equipo económico del Gobierno debería realizar los ajustes necesarios en su modelo para evitar problemas futuros.
Gasto
Asegura que uno de los problemas más grandes en la economía nacional, es el gasto público, el consumo excesivo de divisas, que están escasos en estos momentos, ya que la producción nacional no logró diversificarse, así como la oferta al mercado internacional.
Señala que el gasto público genera presión a través de las políticas públicas al sector formal, en términos regulatorios, y empuja a la actividad económica al lado informal, para que se convierta en solo importador.
Plantea que el Gobierno debe racionalizar el gasto y encarar políticas públicas a favor de las regiones menos desarrolladas, que fueron golpeadas por la pandemia, y que a la fecha no tienen respuestas macroeconómicas.
Sostiene que algunos indicadores macroeconómicos son relativamente buenos, pero la realidad de las regiones es otra, debido a que registraron un proceso de desaceleración económica, como es el caso de Tarija, Pando, Chuquisaca.
Ese panorama tan desolador provoca la salida de capitales del departamento, y se concentran en el eje central.
Otro de los síntomas que muestra que la economía no está como la describe el Gobierno, es la falta de liquidez, ya que el Gobierno absorbe los recursos en el mercado interno y reduce la oferta para el sector privado.
Esa situación provoca que las tasas de interés empiecen a crecer, lo que afectaría a las familias y empresas que se endeudaron en el sistema financiero.