Fue un duelo de estilos de dos equipos que tenían objetivos diferentes. El Bayern Munich se presentó en el Wohninvest Weserstadion con la misión de ganar para sellar su trigésimo título en la Bundesliga (octavo consecutivo) ante un rival que necesitaba sumar para mantener la esperanza de mantener la categoría. Durante los primeros minutos se observó una clara superioridad del elenco liderado por Hans Flick a través de la jerarquía de Robert Lewandowski, Thomas Müller y Leon Goretzka. Sin embargo, en las esporádicas incursiones ofensivas comandadas por Bittencourt, Rashica y Osako el Werder Bremen logró amenazar a la solidez que ostentaba Manuel Neuer. Las estadísticas hablaban por sí solas. El equipo que menos triunfos había conseguido en condición de local recibió al que más victorias a domicilio había sumado en la competición. Además, el combinado con mayor capacidad goleadora, midió sus fuerzas contra el más goleado. Por ende, a los 43 minutos del primer tiempo el histórico artillero polaco desarticuló a la desorientada defensa y convirtió el 1 a 0 para encaminar los festejos. Los bávaros comenzaban a bordar una nueva estrella en su extraordinaria historia.
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